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lunes

Los jóvenes, una clase con el signo de la rebeldía

Por Claudia Herrera Beltran
Investigadores reconstruyen la estigmatización de ese sector desde el Porfiriato hasta hoy.
La música es uno de los espacios en el cual los jóvenes logran mostrar sus emociones e inconformidad con los esquemas sociales. Pollos, perros preparatorianos, dandys, pistolos, rebeldes, rocanroleros, onderos, jipitecas, pandilleros, cholos, chavos banda, punketos, darketos, tecnos, cegeacheros. Desde finales del siglo XIX la sociedad mexicana ha representado a la juventud con un conjunto de imágenes en las que subyacen no pocas veces el temor a lo diferente, a quien pretende romper con las tradiciones.
Empeñados en reconstruir estas historias, donde las referidas representaciones pueden servir de coordenadas, un grupo de sociólogos, historiadores, politólogos y antropólogos elaboró durante dos años una amplia investigación sobre el devenir de los jóvenes desde el Porfiriato hasta la actualidad.
El libro Historias de los jóvenes en México, editado por el Instituto Mexicano de la Juventud, la Secretaría de Educación Pública y el Archivo General de la Nación, elabora en más de 400 páginas un mapa inédito sobre este sector social que fue ganando peso hasta convertir a México en un país de jóvenes, pero que, hasta hace unas cuantas décadas, no tenía derechos reconocidos, porque, se decía, lo alcanzaría cuando llegara a la edad adulta.

En este panorama juvenil se abordan tópicos como la burguesía porfiriana, el surgimiento de grupos de choque estudiantiles, la participación de los jóvenes durante el cardenismo, el proceso de formación del sujeto juvenil de izquierda en la UNAM, cómo llegó el rock a México y diversos aspectos de las generaciones de las décadas de los 70, 80 y 90.

José Antonio Pérez Islas, coordinador de la obra junto con Maritza Urteaga Castro-Pozo, explica que este recorrido significó la oportunidad de ir más allá de los enfoques habituales que encasillaban al joven en el ámbito de los movimientos estudiantiles.

"En la mayoría de los estudios aparecían los sectores privilegiados de la sociedad, como los intelectuales del Ateneo de la Juventud, los estudiantes que lucharon por la autonomía universitaria o en el movimiento del 68, pero faltaba saber qué ocurría con las mujeres jóvenes, con los obreros, con los campesinos, que en su momento eran invisibles."

Fuera del estudio de los sectores de elite del país, lo que había era fundamentalmente una visión policiaca del tema, los menores infractores, los delincuentes. "Nos parecía que eran los dos extremos y en medio no sabíamos nada de los jóvenes."

Así, en 12 capítulos, los autores describen de qué forma los jóvenes se hicieron presentes en diversos aspectos de la historia del país, pero también recogen situaciones que muchas veces quedan silenciadas, como son sus vidas cotidianas.

Ejemplo de lo anterior es el capítulo Cómo se enamoraban madres y abuelas de antaño. Cortejo y noviazgo 1900-1960, escrito por Mar-tha Eva Rocha Islas, que describe los códigos de comunicación amorosa que desarro- llaron los muchachos para hacer frente a una sociedad profundamente represiva de la sexualidad.

La tarea de recopilar distintas miradas sobre lo juvenil no fue sencilla. Pérez Islas explica que primero hicieron un inventario de proyectos de investigación sobre la juventud en México y hallaron que algunos investigadores ni siquiera los habían concebido así, porque en el pasado no había una idea de juventud o ésta era vaga.

La travesía por las historias juveniles se complementa con material gráfico del Archivo General de la Nación, que permite entender por qué durante mucho tiempo ser joven no significaba otra cosa más que ser casi adulto. Fotografías de la primera mitad del siglo, similares a las que cualquier familia mexicana conserva, muestran a señoritas vestidas de igual forma o parecida a sus madres o abuelas.

Pérez Islas lo explica: "Los jóvenes de mitad del siglo XX no se diferenciaban mucho de los adultos; se vestían como ellos, porque la idea era convertirse en adulto lo más pronto posible, porque en ese momento ganarían ciertos derechos que como jóvenes no gozaban."

1 comentario:

Anónimo dijo...

Creo que la comunidad juvenil no existe para la sociedad si ésta no encaja en las reglas y modos de lo políticamente correcto.
Como jóvenes nos enfrentamos a la gran presión social de convertirnos en económicamente activos y esa es una manera más de control que el gobierno nos impone.
Pasamos de ser niños a adultos sin poder vivir a gusto nuestra juventud.
Creen que ser joven es una enfermedad que se quita con los años.
Pero yo no creo que pensar diferente, vestir diferente, actuar diferente, vivir diferente y levantar la voz cuando se observan las injusticias sea un delito o una enfermedad que con los años se cure.

Movimientos como el mayo francés nos demostraron que como jóvenes podemos negarnos a recibir lo que el sistema y su sociedad nos quiere imponer.
"Dans une société qui a aboli toute aventure, la seule aventure qui reste est celle d'abolir la société. En una sociedad que ha abolido toda aventura, la única aventura que resta es abolir la sociedad".
W.S.